En la sala de espera

Se abrió la puerta de la consulta de pequeñas cirugías y salió una mujer de mediana edad con el dedo gordo del pie vendado aparatosamente y una mancha de sangre bastante visible. Fuera le esperaban, por lo que pude deducir, su madre y su marido.

- ¿Qué ha pasao? Todavía tienes sangre... - fue la pregunta de la madre, a lo que ella contestó:

- Sí, dice que sangrará un poco todavía, pero ya está bien. Me ha dicho que el trozo lo puedo echar al puchero, el simpático - y se reía.

La madre y el marido se levantaron, cogieron su bolso y se marcharon los tres, ella con cara de dolor, pero sonriente.

- Claro. Las pezuñas del cochinillo dicen están muy bien en el puchero - habló el marido. La madre rió la gracia, ella también, pero se ve que sintió la necesidad de "defenderse"...

- ¡Oye, cabezón, vamos a ver...!

Y se fueron los tres, riendo, ella coja, el marido con el bolso en los brazos y la madre cerca de su hija.

¿Por qué cuento ésto? A veces me gusta ver estos detalles en las parejas. Esas bromas como de quinceañero descubriendo un amor juvenil. Pero sobre todo me encanta verlo en personas ya maduras, porque nos hablan de cariño y de respeto. De ese cariño y ese respeto que se va haciendo grande y profundo conforme pasan los años junto a otra persona que sabemos que nos completa y que nos hace mejores. Y con la que está cayendo nos demuestra que hay más gente buena de la que quieren hacernos creer. De cosas serias hablaré otro día, pero hoy me apetecía contar algo luminoso.

Comentarios