SIN PALABRAS

No quiero escribir sobre el asesinato de la mujer italiana que se perpetró ayer.

No quiero escribir sobre las injurias que se vierten sobre la única institución en el mundo que está a favor de la vida, la dignidad del hombre y, por ende, del progresismo y la ciencia.

No quiero escribir sobre las mentiras que los que se autodenominan progresistas usan para engañar y confundir a la gente de bien, que se deja manipular.

No quiero escribir sobre la cantidad de falacias que la gente es capaz de inventar para acallar a su conciencia.

No quiero escribir sobre políticos y periodistas que se creen dueños de vidas ajenas, y capaces de conocer el sentir de los moribundos.

No quiero escribir sobre ésto.


Tarde o temprano Eluana podrá señalar con su dedo a sus asesinos, y seguramente los perdonará, cosa que ellos no han hecho con su vida.

Está claro que hay mucho por hacer, porque han conseguido que la sociedad, el mundo, no sepa discernir qué es digno, justo o verdadero.

Quiero creer que estamos asistiendo a "la hora fría que precede al alba". Esperemos que seamos capaces de recibir el amanecer con las manos abiertas y dispuestas a trabajar hasta la puesta del sol.

Comentarios

Luis y Mª Jesús ha dicho que…
Ya veo por qué ultimamente escribes tan poco; ¡no quieres escribir de nada de lo que ocurre!. Fuera de bromas te doy la razón, pero hay que escribir y hablar porque las palabras NO se las lleva el viento, son como lluvía que, aunque sea suave, va calando.
Ayer me contaba una mediadora familiar un caso de una chica embarazada de 17 años a la que su madre exige que aborte porque no quiere que le complique la vida, pero los padres del chico (no es ni siquiera novio) la animan a que siga adelante y la ofrecen todo tipo de apoyo. La chica no sabe que hacer. Ese es un logro de las palabras porque esa chica hace unos meses, quizá un año, hubiera pensado que el aborto no ear más que un trámite.
No pares de hablar en el blog o fuera de él, o en los dos sitios. No se enciende una llama para esconderla debajo de una almohada.
Un abrazo
María jesús