¿Y luego, qué?

No sé si os lo habéis planteado, pero mañana, a estas horas, tal vez seamos campeones de Europa de fútbol..., o subcampeones.

No sé si os habéis dado cuenta de la facilidad con la que nos ilusionamos los humanos. Resulta que hay once tíos en pantalón corto, ganando un dineral que el 99% de nosotros no vamos a ver ni trabajando dos vidas que tuviéramos, que son capaces, con sólo meter una pelotita en una red (o meterla una vez más que el contrario), de alegrarnos el día.

Pero si esos mismos once tíos, que ganando lo que ganan dicen que necesitan ganar más porque su "vida laboral" es corta, dejan que el contrario les meta la pelotita una vez más que ellos en su red, nos dan la noche.

¿Qué quiero decir con ésto? Que nos conformamos con bastante poco. Que estamos ansiosos de que España gane el europeo, de ver a Íker (porque ya no es Casillas, ya es Íker) levantar esa copa plateada a la vista de toda Europa, de ver a los jugadores españoles llorando de alegría sobre el césped como los niños que aún son, de salir con los amigos a ponernos nerviosos durante 90 ó 120 ó 130 minutos... Estamos ansiosos de vivir esa experiencia que podremos contar a nuestros nietos...

...pero, ¿y luego, qué? El lunes volveremos al trabajo, la rutina, el día a día, los atascos, las colas para comprar el pan, el calor a la hora de planchar... Sí, campeones de Europa, ¿y qué?

¿Y a qué viene todo ésto? Pues a lo que decía al principio. Somos fáciles de contentar. Nos conformamos con meras sombras de felicidad. Con una felicidad superflua. Con una felicidad de pega que dura lo que dura el momento. ¿Nos daremos algún día cuenta de que hay una Felicidad de verdad? ¿Una Felicidad con mayúsculas? O mejor dicho, ¿querremos darnos cuenta de que lo sabemos y de que la dejamos escapar porque no somos lo suficientemente valientes, o generosos, o humildes, o sinceros, o...?

Eso sí, la felicidad de ver a España campeona de Europa no nos la va a quitar nadie. El ver cómo les marcamos dos goles a los alemanes, el ver cómo Luis Aragonés desaparece para dejar el protagonismo a los jugadores (qué grande ése gesto de los entrenadores), el ver cómo (lo siento, tengo que decirlo) NADIE se ha acordado de Raúl, el ver a Íker levantar la copa... Esa felicidad es sana, sobre todo porque la compartimos con mucha más gente. Y éso es lo más importante de "cualquier" felicidad.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Querido Juanma:

He de rectificar tu post. Yo sí me acordé, mucho, de Raul. Sin ser ni raulista ni del Madrid, sin entender nada de fútbol, pensé mucho en él anoche, en su amargura viendo que al final sí que era prescincible, sí que acertó Luis Aragonés no llevándole, sí que es verdad que su tiempo ya pasó.

Todo es aparente en el mundo del fútbol, y del deporte en general, por eso debe ser un gran drama cuando ves que esa apariencia ya ha tocado a su fin. De verdad que pensé mucho en él, pues a él le habría tocado levantar la Copa en ocasiones similares.

F.
La Dama Zahorí ha dicho que…
Mmmm ¿tú crees verdaderamente en la felicidad con mayúsculas? A mí me pasa todo lo contrario, solo creo en los momentos, que cuanto más pequeños y humildes son, más felicidad encierran. De todos modos, por la sencillez como lo cuentas, deduzco que nuestras visiones son más complementarias que excluyentes.

SAludos